EL
NACIONAL BUENOS AIRES Y JUVENILIA
PARTE III
Por
Elena Luz González Bazán especial para Latitud
Periódico
8
de enero del 2014
JUVENILIA
de Miguel Cané es una de las novelas clásicas
de la literatura nacional, esencialmente porque describe la
vida en el anterior Colegio Nacional y hoy Nacional Buenos Aires,
dependiente de la UBA.
LA COMIDA
Dice
Miguel Cané en su novela Juvenilia:
II
El
segundo obstáculo insuperable fue la comida, invariable,
igual, constante. En los primeros tiempos, apenas entrábamos
al refectorio, un alumno trepaba a una especie de púlpito,
y así que atacábamos la sopa, comenzaba con voz
gangosa a leernos una vida de santo, o una biografía
de la Galería Histórica Argentina, siendo para
nosotros obligatorio el silencio y, por tanto, el fastidio.
No puedo vencer el deseo de dar una idea sucinta del menú;
lo tengo fijo, grabado en el estómago y el olfato. Dentro
de un líquido incoloro, vago, misterioso, algo como aquellos
caldos precipitados que las brujas de la Edad Media hacían
a medianoche al pie de una horca con su racimo, para beberlo
antes de ir al sabbat, navegaban audazmente algunos largos y
pálidos fideos. Un mes llevé estadística:
había atrapado tres en treinta días, y eso que
estaba en excelentes relaciones con el grande que servía,
médico y diputado hoy, el Dr. Luis Eyzaguirre, uno de
los tipos más criollos, y uno de los corazones más
bondadosos que he conocido en mi vida.
Luego, siempre flotando sobre la onda incolora, pero siquiera
en su elemento, venía un sábalo, el clásico
sábalo que muchas veces, contra nuestro interés
positivo, había muerto con dos días de anticipación.
En
seguida, carnero. Notad que no he dicho cordero; carnero, carnero
respetable, anciano, cortado en romboides y polígonos
desconocidos en el texto geométrico, huesosos, cubiertos
de levísima capa triturable, y reposando, por su peso
específico, en el fondo del consabido líquido,
que para el caso se revestía de un color pardusco. Cuando
Eyzaguirre hundía la cuchara en aquel mar, clavábamos
los ojos en la superficie, mientras hacíamos el tácito
y rápido cálculo sobre a quién tocaría
el trozo saliente. De ahí amargas decepciones y júbilos
manifiestos.
Hacía el papel de pieza de resistencia un largo y escueto
asado de costillas, cubierto de una capa venenosa impermeable
al diente. Habíamos corrido todo el día en el
gimnasio, éramos sanos, los firmes dientes estaban habituados
a romper la cáscara del coco Y triturar el confite de
Córdoba, el sábalo había tenido un éxito
de respeto, debido a su edad; sin embargo, ¡jamás
vencimos la córnea defensa paquidérmica del asado
de tira!
Cerraba la marcha, con una conmovedora regularidad, ya un plato
de arroz con leche, ya una fuente de orejones.
La
leche, en su estado normal, es un elemento líquido: ¿por
qué se llamaba aquello "arroz con leche"? Era
sólido, compacto, y las moléculas, estrechándose
con violencia, le daban una dureza de coraza. Si hubiéramos
dado vuelta la fuente, la composición, fiel al receptáculo,
no se habría movido, dejando caer solo la versátil
capa de canela.
En
general, el color del orejón tira a un dorado intenso,
que se comunica al líquido que lo acompaña. Además,
es un manjar silencioso. Aquél, no sólo afectaba
un tinte negro y opaco, sino que, arenoso por naturaleza, sonaba
al ser triturado.
¡Luego al gimnasio, a correr, a hacer la digestión!
El
vicerrector del colegio se llamaba Torres y no era de las simpatías
de muchos alumnos, entre ellos de Miguel Cané y sus compañeros
de claustro.
Acá en el párrafo anterior expone sus malos tratos
según el escritor y protagonista de Juvenilia, la tiranía
y la mala comida. Dice que dos cosas lo irritaban de Torres:
su tiranía y la mala comida.
Hay
también la narración de un día cuando armaron
una pequeña revolución quejándose de Torres.
Mandó a llamar a Cané y este se negó, le
lanzó un discurso y otros lo imitaron, se retrotrajeron
a la revolución francesay el libre pensamiento.
Torres
le contó a Jacques, y éste se presentó
con gran estruendo en el claustro, insultando y haciendo mucho
ruido, lo tomó del brazo a Cané, lo llevó
a la fuerza a la sala del vicerrector y después lo expulsó.
Quince minutos después, con su baúl, se encontró
solo y sin dinero, a las ocho y media de la noche en la puerta
del Colegio. Dispuesto a pasar la noche en la Plaza Victoria
(hoy Plaza de Mayo), se encontró con el entonces Presidente,
Marcos Paz, que lo conocía y lo llevó a pasar
la noche a su casa. La madre de Cané habló con
Jacques, y éste accedió a que diera un examen,
y si salía regular podía volver. Como sacó
las mejores calificaciones (fue premio de honor) pudo volver
al internado.
Producción
compartida con Haydeé Dessal.
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