Lunes 6 Marzo, 2023 19:57

 

 

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PRODUCCIÓN ESPECIAL SOBRE MARÍA EVA DUARTE DE PERÓN

EVA DUARTE DE PERÓN / LAS VARIAS FACETAS DE SU CORTA VIDA: LA NIÑA, LA ACTRIZ, LA ESPOSA, LA PRIMERA DAMA, SU TAREA SOCIAL, FUNERALES Y RECUERDOS MÚLTIPLES

Producción de Haydeé Dessal y Elena Luz González Bazán especial para Latitud Periódico

28 de julio del 2014. Actualizado el 26 de julio del 2016

26 DE JULIO DE 1952

Producción de Latitud Periódico

6 de agosto del 2015

EVA PERÓN fallece cuando había cumplido 33 años.
Radio Nacional anunciaba su deceso, aquella noche, a las 20.25 horas, de la siguiente forma: "¡Nuestra líder espiritual ha muerto!".
Había nacido el 7 de Mayo de 1919 en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires. Evita era hija ilegítima de una cocinera. En aquellos tiempos, una bastarda, mote que significaba discriminación.

Siendo ya novia de Juan Perón, cuando es detenido y llevado a Martín García en octubre de 1945, luego de dejado en libertad, se casan y en las elecciones del 24 de febrero del año siguiente, Perón es electo presidente de nuestro país.
Evita jugó un papel a partir de la Fundación que llevó su nombre

Falleció en el año 1952. Aunque su vida fue corta, impulsó toda una serie de transformaciones sociales que fueron las sustanciales para que fuera amada y odiada con la misma intensidad. El voto femenino, lucha y conquista de muchas mujeres fue cristalizado por su lugar de primera dama. En 1951 las mujeres obtuvieron su carta de ciudadanía.

El 21 de agosto de 1951, Evita enfrentó una importantísima movilización del movimiento obrero que le pidió que acompañara al general Perón como vicepresidenta de la Nación, cargo que rechazó en lo que se conoce como el Renunciamiento de Evita. Once meses después moría…

 


MARÍA EVA DUARTE trabajó como actriz entre 1936 y 1945. La mayoría de sus roles fueron de reparto, salvo en la película Luna de Miel y La Pródiga que hizo el papel estelar. En "La cabalgata del circo" también tuvo un rol destacado aunque antagónico a la protagonista. Por otro lado en radio Belgrano tuvo mucho éxito como cabeza de compañía del ciclo "Mujeres de la Historia".
“Luna de miel de Inés” (1938). También hizo un ciclo con NARCISO IBAÑEZ MENTA, en en una audición radial (Radio Belgrano, 1944)

EVITA DUARTE
en "La pródiga" (Mario Soffici, 1945)

 

 

 

 

 

 

LA PLATA LLEVÓ SU NOMBRE

CARPANI / EVITA

 

CON LAS ENFERMERAS

En su natalicio: Un 7 de mayo, pero de 1919, nacía Eva Duarte en Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
Abanderada de los humildes, dijo para la posteridad: "Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida".

 

 

CARTA A EVA PERÓN // 1950
Documentos escritos. Fondo Sociedad de Beneficencia.
Transcripción:

Córdoba Octubre de 1950...

Señora Doña:
María Eva Perón
Excelentísima Señora:
Con el más profundo respeto me dirijo a Ud. solicitándole su piadosa ayuda en las tristes circunstancias por las que estoy atravesando.
Me encuentro en la indigencia y quisiera pedir una ayuda, mensual para solventar mis necesidades y la de dos pequeñas hijitas, una de ellas, ya de edad de siete años, que necesita instrucción y aun no he podido dársela.
Resido en la ciudad de Córdoba y tengo el testimonio de personas honorables que me conocen y a las cuales les consta que carezco en absoluto de recursos.
Le ruego quiera perdonar mi atrevimiento y recibir mi más humilde y respetuoso homenaje.

Noemí González
Brasil 357 Barrio Colón Córdoba.

 


Esta es la puerta de la vieja mansión Alzaga Unzué, frente a Plaza Francia, donde vivió hasta su muerte

 

Llega a Madrid (España) Eva Duarte de Perón, esposa del presidente argentino, Juan Domingo Perón, siendo acogida con numerosas manifestaciones populares de agradecimiento, por la ayuda económica prestada por Argentina al pueblo español. 1947

 

 

EVITA pateando la pelota

 


EVITA EN EL CAMPEONATO DE FÚTBOL, JUNTO A PERÓN

 

7 de Mayo Cumpleaños de María Eva Duarte
Evita a la edad de un año, junto a sus hermanos, 1920.
Documento fotográfico. Inventario 348493

 

 

 

 

 María Eva Duarte de Perón saliendo de la residencia presidencial, 1946.
Documento fotográfico. Inventario 194699.

 

 

 

 

MARÍA EUGENIA ALVAREZ la última enfermera de EVITA

MARÍA EUGENIA ALVAREZ

La última enfermera de Evita: "Perón lloró como no vi llorar a ningún hombre"

María Eugenia Álvarez tiene 87 años. Asistió a María Eva Duarte de Perón hasta el último minuto de vida. Fue galardonada con el "Premio a la Excelencia" por el Parlamento Mundial Para La Seguridad y la Paz. Se enoja cuando habla del tratamiento que se le dio al cuerpo de la esposa del ex Presidente y sostiene que muchos de los que han hablado, mienten. "Evita siempre fue humilde, murió con un pijamita de villela" color celeste, reveló

María Eugenia Álvarez, la enfermera que atendió a Evita durante la enfermedad que terminó con su vida en 1952, dialogó con LaNoticia1 y recordó a la "abanderada de los humildes".
La mujer comenzó a formarse en su profesión a los 15 años, llegó a ser directora del internado de enfermeras de la Fundación Eva Perón. Recientemente, el Parlamento Mundial Para La Seguridad y la Paz, le entregó el "Premio a la Excelencia" como representante de todos los enfermeros en su día.
Álvarez integró equipos de apoyo humanitario enviados a varios países vecinos. Precisamente en uno de estos viajes, fue donde conoció a Evita. "Ella fue a agradecer el trabajo de las enfermeras, yo era una de ellas, así que me dio la mano y me lo agradeció profundamente", relató.
María Eugenia se considera "apolítica". "Yo no era peronista. ¿Quién era peronista en aquel entonces? A mi me importa un pito la política, me importan las personas. En Evita encontré una gran mujer, de ojos hermosos y una piel preciosa. Era una persona amable, humilde y simple, que siempre me pedía que yo comiera al lado de ella".
"Soy enfermera con 4 años de estudio de colegio. Todo lo que sé lo aprendí con la experiencia, leyendo y hasta mirando películas. A los 15 años ingresé en el Hospital Rivadavia donde llegué atender hasta 30 partos en un día. A los 17 me dieron la gran noticia de mi vida: Iba a cuidar a la mujer del Presidente", relató.
María Eugenia recordó ese segundo encuentro con Evita: "El director del Hospital me dijo: 'Vas a uniformarte y vas a cuidar a María Eva Duarte de Perón'. Yo dije que había gente mucho más preparada que yo, pero él insistió, tenía que ir y punto. Ella me había elegido a mí para que la cuide", detalló durante la entrevista.
A partir de ese momento, María Eugenia compartió dos años junto a la primera dama. "Ese proceso lo viví con mucha alegría, pero a la vez con mucha tristeza. Se trataba de un cáncer de útero. Podría contar muchísimas cosas y los médicos también, pero de eso no hay que hablar, hay un juramento hipocrático", agregó.
De la etapa final de la enfermedad, rescata la fortaleza de Evita para mantener su actividad y las visitas de miembros de la Fundación Eva Perón con quienes planeaba la construcción de obras sociales. "Aunque era una mujer enferma se reunía con los ingenieros para pensar las obras de la Fundación", explicó.
Álvarez recordó la noche del 25 de julio de 1952, cuando Eva Perón tuvo un último momento de lucidez de la que ella fue testigo de excepción. "La ayudé a ir al baño. Se lavó las manos y mirándose al espejo dijo: 'Ya queda poco' y yo le dije: 'Si señora, falta poquito para ir a la cama'. Ella me contestó: 'No María Eugenia, a mí me falta poco'.
María Eugenia escuchó las últimas palabras de Evita y recogió sus lágrimas con un pañuelo. Minutos más tarde, entró en un coma que terminó con su muerte a las 20.25 del 26 de julio. "Cuando falleció, su figura quedó como angelada. Murió con la humildad con la que vivió, vistiendo un pijamita de villelita" recordó refieriéndose a la textura de la tela que se usaba por entonces para la ropa de cama.
Sencilla, humilde y emotiva, quizás por el legado que recibió de ser una testigo privilegiada de la historia argentina, María Eugenia reveló que "los últimos días de Evita fueron al lado de su marido". "El General Perón amó a esa mujer. El día que murió, Perón lloró como no vi llorar a ningún hombre en mi vida", concluyó emocionada.

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE EVITA

El testimonio de Olga Viglioglia de Torres da cuenta de que, hasta último momento, Evita no daba el brazo a torcer:
vi a Evita por última vez, cuando llamó a un grupo de mujeres porque quería que nos metiéramos en política, pero eso no era para mí. Eso fue el 12 de julio, ella murió el 26. Unos días antes me había recibido a solas. Estaba muy débil pero igual seguía trabajando. En eso llegó Perón, que no quería que ella se agitara. Se armaba un revuelo bárbaro en la residencia cuando llegaba el general. Entonces me dijo: “Metete en el baño y dejá la puerta entornada para que crea que no hay nadie…” Y el general subía apurado las escaleras y preguntaba: “¿Cómo está Eva… cómo está Eva…?” Y la besaba mucho, la abrazaba. Por eso cuando dicen que no la quería… Dos días después de eso recibió a un grupo de mujeres. Allí la vi ya muy mal. Nos habló a todas. Nos dijo: “Cuando yo ya no esté, traten de seguir con la política de Perón”, pero pocas la escuchaban: todas estábamos llorando. 5
Su salud seguía empeorando y para mejorar su atención, se preparó como si fuera una habitación de hospital el cuarto de vestir de Perón. Allí estaban la cama de Evita y la de su enfermera.

Perón recordaba así aquellos días finales:
Aquellos días de cama fueron el infierno para Evita. Estaba reducida sólo a piel, a través de la cual se percibía ya el blancor de los huesos. Sólo los ojos parecían vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados. Las fuerzas la habían abandonado. Cuando sintió cercano su fin, quiso escribirme una carta que yo conservo todavía entre las pocas cosas que representan mi mundo de ahora y mi fortuna de siempre. La dictó a una secretaria, después agregó algo ella misma con una caligrafía vaga y trémula. [...]
A mediados de julio arreciaron sus dolores. Las crisis se sucedían de manera agobiadora. Eran tan intensos que a veces pedía morir. Unos días antes de su muerte, y mientras sufría una crisis dolorosa dijo: “Yo he besado a mis descamisados sabiendo que muchas veces eran enfermos, tuberculosos y leprosos. Siempre pensaba y decía que Dios no me mandaría tanto dolor porque yo todo lo hacía por los pobres... y ahora Dios me manda todo esto. Es demasiado. Pero si Dios lo manda, bien está”. El 16 de julio nos dijo: “Anoche hice un examen de conciencia y estoy tranquila con Dios. Yo no hice otra cosa que atender a los pobres, a los trabajadores, y quererlos y trabajar fanáticamente por Perón. ¿Qué mal puede haber en eso? Si alguna falta he cometido en mi vida, con estos dolores ya he pagado suficiente”. 6
Perón no sabía cómo levantarle el ánimo. La noche del 21 al 22 de julio, se le ocurrió que llamaran al modisto de Evita, Paco Jamandreu, para que se presentara en la residencia. Jamandreu recordaba así los hechos:
Volé a la cita. Por el camino me hice mil conjeturas. Llegué. Perón ahora no lucía aquella sonrisa que yo recordaba tanto. Fue breve:
- Eva se muere. Tengo que apelar a tus sentimientos. Aunque no te hemos visto últimamente te recordamos con mucho cariño. Lo que te voy a pedir es muy importante para mí: quiero hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y que vos le estás diseñando ya la ropa. Si vos me hicieras en seguida, para hoy mismo (eran las dos de la mañana) unos dibujos en colores, yo haría que abrieran sederías para que puedas elegir las telas. Aunque no será fácil el hacérselo creer. Pero trataremos de levantarle su ánimo. ¿Te das cuenta? Una mentira piadosa. [...]
Le llevé los diseños yo mismo a la mañana siguiente. De la recámara escuché la voz apagada de Eva Perón:
- ¡En qué poco tiempo ha hecho los diseños! ¡Qué bonitos! Debería ser modisto en París. Allí tendría mucho éxito. Tenés que explicarle que ahora estoy muy flaca. Tendrá que achicar las medidas. Que empiece con deshabillés. Después seguiremos con los otros.
Perón salió a despedirme. Había lágrimas en sus ojos:
- Ya ves. La hemos hecho feliz. Te llamaré. Prepará algunos vestidos. No creo que llegués a probárselos, pero hacé algo. Te estoy muy agradecido, pibe.7
Pero Eva no se dejaba engañar por esas mentiras piadosas, sabía lo que estaba ocurriendo. Así se lo hizo saber a uno de sus más antiguos conocidos, de los tiempos de Junín, Oscar Nicolini:
Me marcho. Sin remedio. Lo sé. Aparento vivir en un sopor permanente para que supongan que ignoro el final. Es mi fin en este mundo y en mi patria. Pero no en el recuerdo de los míos. Ellos siempre me tendrán presente, por la simple razón de que siempre habrá injusticias y, entonces, regresarán a mi recuerdo todos los tristes desamparos de esta querida tierra. Has sido, Nico, hombre de una sola pieza y tu afecto y solidaridad entibiaron muchas veces mi alma dolorida. Por eso ahora, cuando voy a mostrarme ante Dios, te digo (en este instante no cabe sino la verdad desnuda): poseí dos vidas. Antes de Perón y con Perón. La primera no cuenta. La otra, en cambio, ha sido maravillosa. Me posibilitó el amor al pueblo y del pueblo. De esta vida seguiré conversando en el cielo. ¡Hasta la eternidad, Nico!8
Las veinte y veinticinco
Existen distintas versiones sobre los momentos finales de Evita. Según su enfermera, la última vez que la oyó hablar fue “unos días antes de su fallecimiento, casi a las tres de la mañana”, cuando le pidió que la acompañara al baño y al volver le dijo
—Ya queda poco.
A lo que respondí: —Sí, señora, queda poco para ir a la cama.
—No, María Eugenia. No, querida. A mí me queda poco.
Volvimos despacito caminando y la acosté. La arropé bien, puse la ropa de cama debajo del colchón. Fui volando a buscar al médico y le expliqué lo que había pasado. Le tomó el pulso, la revisó y le hicimos un inyectable. Nunca más escuché la voz de Eva Perón. [...] Después de ese momento Evita entró en un sopor… para mí era la agonía y si en algún momento habló no la escuché. Su hermana Chicha dice que en un momento habló con ella, no lo recuerdo, puedo aceptar que a lo mejor fue así, quizá cuando fui al baño o me cambié el uniforme. 9
Perón, en cambio, asegurará:
Un día antes de morir me mandó llamar porque quería hablar a solas conmigo. Me senté sobre la cama y ella hizo un esfuerzo por incorporarse. Su respiración era apenas un susurro: “No tengo mucho por vivir –dijo balbuceante–. Te agradezco lo que has hecho por mí. Te pido una cosa más –las palabras quedaban muertas sobre sus labios blancos y delgados; su frente estaba brillante de transpiración; volvió a hablar en tono más bajo, su voz era ahora un susurro–: …no abandones nunca a los pobres. Son los únicos que saben ser fieles”. 10
Finalmente, hay quienes aseguran que las últimas palabras de Evita habrían sido pronunciadas en aquella fría mañana del sábado 26 de julio de 1952, cuando le dijo a su mucama Hilda Cabrera de Ferrari: “Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar”. Después, entró en coma. 11
Todas las fuentes coinciden, en cambio, en el instante de su deceso: las veinte y veinticinco, que por años sería recordado puntualmente en todas las radios del país como la “hora en que la Jefa Espiritual de la Nación pasó a la inmortalidad”. En torno de Eva, además de su enfermera, estaban el General, Apold, Nicolini, Juancito Duarte, el doctor Taquini, el doctor Mendé, el padre Benítez, Renzi y el maestro Finochietto que lloraba desconsoladamente. En el cuarto contiguo estaban la mamá y las hermanas.
Fue un momento muy fuerte, pero muy fuerte… para mí muy fuerte… Quedó como angelada… bella… en paz. No tuvo estertor como lo tienen otros enfermos, fue como si se hubiera dormido, hasta que no hubo más pulso, ni más respiración. Se fue tranquila, en una paz absoluta.
El maestro Finochietto le tomó el pulso para tener la seguridad absoluta, y en ese momento vi que los ojitos de Evita lagrimearon y pensé “serán sus últimas lágrimas, ¿hacia dónde irán?” Recordé que debajo de la almohada estaba su pañuelo. Lo saqué y sequé sus lágrimas pero no opté por ponerlo otra vez debajo de la almohada sino que lo guardé en mi bolsillo.
Hoy he decidido dejarlo donde debe estar, en el Museo Evita.
En su mesita de luz estaba la banderita de brillantes que le había obsequiado la CGT, un prendedor con forma de loro que le había regalado la mujer de Franco y una fotografía suya como protagonista de la película La Pródiga. Adoraba ese film y por eso tenía la fotografía en su mesa de luz. En el momento de su muerte vi la foto y la metí en el bolsillo de mi delantal. Me dije: “Yo me robo la foto”, así lo pensé y así lo hice.
En ese momento pensé en tomar la banderita y dársela al General pero finalmente no lo hice, quizás así se hubiera salvado del saqueo. [...] 12
Después de guardar sus lágrimas en un pañuelo y su foto, vi que el General lloraba como un niño y llegó a decirme:
—Qué solo me quedo, María Eugenia.
¡Qué razón tenía ese hombre! A partir de ese momento su más fiel compañera ya no iba a estar más, la mujer que más lo amaba y respetaba en el mundo ya no estaba. Y este hombre lloraba, es tremendo ver llorar a un hombre, nunca había visto llorar a alguien así. Ese hombre de la República ¡cómo lloraba sentado en la silla de su dormitorio! 13
A las 21.36, una voz destinada a pasar a la historia, la del locutor oficial Jorge Furnot, le confirmaba al mundo la noticia a través de la Cadena Nacional:
Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación.

Referencias:
1 Testimonio de Atilio Renzi, en Otelo Borroni y Roberto Vacca, La vida de Eva Perón. Testimonios para su historia, Tomo I, Buenos Aires, Editorial Galerna, pág. 299.
2 Ibídem, pág. 297-298, y Borroni y Vacca, La vida... cit., pág. 290.
3 Testimonio de Atilio Renzi, en Borroni y Vacca, La vida... cit., pág. 298.
4 Norberto Galasso, Yo fui el confesor de Eva Perón. Conversaciones con el padre Hernán Benítez, Homo Sapiens, Rosario, 1999, pág. 58.
5 Testimonio de Olga Viglioglia de Torres, en Siempre Evita cit., pág. 16.
6 Juan Perón, Del poder al exilio. Cómo y quiénes me derrocaron, Buenos Aires, Ediciones Síntesis, 1982.
7 Paco Jamandreu, La cabeza contra el suelo. Memorias, De la Flor, Buenos Aires, 1975, pág. 104.
8 En Borroni y Vacca, La vida... cit., pág. 294.
9 María Eugenia Álvarez, La enfermera de Evita, Buenos Aires, Ediciones del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, Buenos Aires, 2010, 38-39.
10 Juan Perón, Del poder al exilio... cit.
11 Borroni y Vacca, Marysa Navarro y otras fuentes (posiblemente basadas en las dos anteriores) señalan que ocurrió en horas de la tarde, después de un comunicado oficial de las 16.30, que anunciaba: “El estado de salud de la señora Eva Perón ha declinado sensiblemente”.
12 María Eugenia Álvarez, La enfermera de Evita, cit., pág. 39.
13 Ibídem, págs. 59-60.

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